Jake Paul vs. Anthony Joshua: Análisis de las peleas de boxeo de Netflix
Tal fue la rareza de que Anthony Joshua contra Jake Paul incluso sucediera, la pelea llegó a Netflix bajo una nube de sospecha de que el boxeo se había entregado a la coreografía.
Para ser claros, se trataba de una competición profesional autorizada, no de un evento escrito, y la trama que produjo fue mundana y, como era de esperar, unilateral.
La historia que se desarrolló en el ring no tenía vida: una observación lenta y sin alegría que habría tenido dificultades para lograr incluso una calificación caritativa en Rotten Tomatoes.
Y la mayor ironía es que este programa le proporcionó a Joshua una de las mayores ganancias y, con toda probabilidad, su mayor audiencia televisiva.
Cuando restaban segundos del cuarto asalto, el árbitro Christopher Young pudo haber hablado con los espectadores de todo el mundo cuando reunió a los peleadores y los instó a participar.
Dirigiendo sus comentarios a Paul, dijo: “Los fanáticos no pagaron para ver esta mierda”.
“Amén”, respondió el comentarista de Netflix Mauro Ranallo. “Christopher Young con la llamada de la noche”.
Toda la semana, Joshua ha estado hablando de “llevar el boxeo a la espalda”. El viernes por la noche en Miami dejó caer la carga, pero sólo después de un proceso difícil y laborioso.
Paul estaba allí para sobrevivir.
El hombre que pasó la semana de la pelea prometiendo la mayor sorpresa en la historia del deporte evitó comprometerse.
Dio vueltas sin cesar -aprovechando el espacio que le brindaba un anillo dos pies más ancho de lo normal- y trató de reducir el tiempo.
Cuando hizo contacto, fue con ecos de su pasado de colegial como luchador, constantemente agachándose y agarrando la pierna de Joshua.
Hubo una vergonzosa falta de golpes por parte de Paul y una letanía de golpes salvajes por parte de Joshua que incluso un novato como su oponente pudo evitar con facilidad.
“Es una victoria, pero no un éxito”, dijo Joshua después. “Tengo mucho progreso que hacer. No estoy contento”.
Joshua ganó su parte de una bolsa de £210 millones, pero desde la perspectiva del boxeo – y para aquellos en el Reino Unido que se quedaron despiertos hasta altas horas de la madrugada – la pelea no tenía sentido.